Gaspar Marrero
[Danzón Habana, 23 de marzo de 2007]
En una añeja grabación radial –cuyo origen aún desconozco- quedó recogida una de las tantas actuaciones de la Orquesta Sensación, de Rolando Valdés, ante los micrófonos de Radio Mambí. En el sabroso montuno de una pieza musical de cierre para el programa, Mario Varona Tabenito, aquel singular cantante de la popular charanga, anunciaba con el coro un próximo festival bailable titulado Duelo de Titanes, con la Sensación y la Orquesta Aragón. Para Tabenito, los titanes no eran sólo las agrupaciones a enfrentarse en la monumental verbena: calificaba así a los flautistas de ambas: Richard Egües y Juan Pablo Miranda. ¿Sería sólo un apoyo publicitario a la Sensación? ¿O se trataba de hacer justicia a quien podía competir con uno de los mejores ejecutantes del instrumento?
De Juan Pablo se recuerdan, sobre todo, sus boleros: Mil congojas hubiera bastado para inmortalizarle. Seguiré sin ti, Qué difícil es o Algo de ti son también páginas cumbres de su catálogo. Sin embargo, no es frecuente la mención de su autor entre los grandes compositores de boleros, tal vez por contrastar tan míticas páginas con su labor como miembro de orquestas para baile. Pero resulta igualmente asombrosa su omisión cuando se habla de los más sobresalientes flautistas cubanos.
Ahora, cuando se cumplieron cien años de su nacimiento, y en medio de un imprescindible esfuerzo por el resurgimiento del danzón, es insoslayable –no sólo oportuno o necesario- rescatar de los más oscuros rincones del olvido la indudablemente inmensa faceta danzonera de un flautista como pocos. Más aún, quiero evocar un momento efímero, pero intenso, de la música cubana del cual casi nada se ha dicho…
· Voy a ser flautista…
Antes del asunto propuesto, resumamos los antecedentes en la carrera del querido músico. Cuéntase del instante del descubrimiento, cuando el niño Juan Pablo acudió a un cine de aquellos tiempos, sin sonido en la pantalla, y vio en el grupo musical a un flautista, extremadamente joven, contrastar con la veteranía de sus compañeros, encargados de apoyar la proyección fílmica silente. Voy a ser flautista –fue su determinación.
¿Cuándo se produjo el hecho? ¡Quién sabe! Tal vez hasta alguno de sus amigos de adolescencia pensara en la inconsistencia de tal decisión del joven Juan Pablo Miranda. No obstante, él fue fiel a la flauta hasta sus últimos días, desde la jornada fílmica de marras. Y en aquellos tiempos, ser flautista le conduciría, ya en el ambiente profesional, a las orquestas charangas, dedicadas entonces, totalmente, a la ejecución de danzones. Ese día, pues, nació no sólo su apego por el instrumento de sus amores, sino su interés por el danzón.
Juan Pablo pudo estudiar música, suerte inalcanzable, en cruel contraste, por muchos otros músicos nacidos del pueblo. Su flauta se escuchó, por primera vez, en un cabaret de la barriada habanera de La Lisa. Al llegar la década de los años treinta, la era romántica del danzonete, en medio de la trágica situación económica de la Cuba de entonces, el músico intenta sobrevivir dentro de la vorágine: hoy estará en una orquesta; posiblemente antes de terminar el baile, deberá pensar en pasar a otra donde accedería a un poco más de dinero.
El primer intento fue organizar orquesta propia. Ello le abriría las puertas del accidentado sector musical de la época. Allí comenzó a codearse con sus colegas, entre ellos Silvio Contreras, pianista y autor de danzones. Tal vínculo, como otros, lo mantendría durante décadas. Como todo en esos días del machadato y la revolución frustrada, el grupo se disolvió; cada cual buscó otros caminos –casi todos los músicos se vieron sumidos en la inestabilidad- y Juan Pablo Miranda debió hacer otro tanto para no abandonar la música como profesión.
Ahí comenzó el peregrinar: llegó a la orquesta de Ismael Díaz, posiblemente en los primeros años de la década de los años treinta. Según el musicógrafo Ezequiel Rodríguez, Juan Pablo Miranda es el flautista de la Charanga López-Barroso en 1933. La orquesta es toda una constelación: Orestes López, como director y pianista; Abelardito Valdés, con el güiro; Raúl Valdés era el violinista; Israel López Cachao, en el contrabajo, y Abelardo Barroso como cantante. Lastimosamente, de estas orquestas no hay rastro sonoro. Las empresas disqueras norteamericanas estuvieron ausentes de La Habana hasta 1937.
Precisamente en el ’37, cuando casi todos los miembros de la Orquesta La Maravilla del Siglo deciden separarse para crear una nueva charanga, encabezada por el flautista Antonio Arcaño, el cantante Fernando Collazo y el violinista Virgilio Diago deciden reorganizarla. Es así como Juan Pablo Miranda, junto al violinista Rodolfo Reina, el pianista Everardo Ordaz y el timbalero Pascual Hernández, entre otros, llegan al renovado grupo del aclamado vocalista. Se afirma la posterior aparición de Juan Pablo, como flautista, en otra orquesta, dirigida por el propio Everardo Ordaz. En cambio, la información de Ezequiel Rodríguez al respecto sitúa, en 1942, a Rafael Berroa en la flauta. Es un dato a comprobar.
Hay más, sorprendentemente: la monumental compilación discográfica de Cristóbal Díaz Ayala incluye, en la ficha correspondiente a La Maravilla del Siglo, cuatro grabaciones de junio de 1937 –presumiblemente con los músicos originales-y otras dos de las cuales no confirma fecha alguna. En una de estas, contenida en el disco Royale número 1838 –he aquí el dato inesperado- se consigna la página titulada Insomnio, cantada por Abelardo Barroso. Ese es el título, precisamente, de una de las composiciones de Juan Pablo. ¿Es exactamente la obra de Juan Pablo Miranda? ¿Por qué se cita a Barroso? ¿Por qué no a Collazo? Sólo la escucha de la grabación puede sacarnos de dudas. No hay más registros fonográficos de esta orquesta. Tampoco las hay de la orquesta de Everardo Ordaz.
La errante trayectoria musical de Juan Pablo Miranda parece concluir con la orquesta de Joseíto Fernández. Díaz Ayala compila grabaciones de ella en 1940, y luego otras, posteriores a 1945. Mas el único flautista acreditado en la información correspondiente es José Antonio Fajardo: no se menciona a Juan Pablo.
De todo este camino artístico, hay muy poco grabado. Por otro lado, las agrupaciones donde Juan Pablo Miranda actuó se especializaron –era la época- en el danzonete, aunque todavía ejecutaban algún danzón. Ese parece ser el desarrollo de su trabajo como danzonero en aquellos años.
· Su llegada a la Orquesta Sensación
Otros autores –entre ellos Sigfredo Ariel- han seguido la saga fonográfica de las composiciones firmadas por Juan Pablo Miranda, desde la primera en llegar a los discos, Perversa ingratitud, en 1934 (disco Victor 32373, grabado en Nueva York por el Cuarteto Machín). Hasta 1940, sus obras son boleros-sones y sones –al menos, así se anuncian en las etiquetas-. Lo más cercano al danzón (excepción hecha de la ya citada Insomnio) es ejecutado por la Orquesta de Belisario López, danzonera de origen y absorbida también por la corriente sonetera: Arrepentida, bolero-son grabado por su cantante Joseíto Núñez. En lo adelante, todas sus composiciones serían boleros, conocidos en las voces de Vicentico Valdés, Rolando Laserie, Bertha Dupuy, Orestes Macías, Celio González, Miguelito Cuní, Los Tres Ases, Nelly Castell, Tata Ramos, Nelo Sosa y Orlando Vallejo con el Conjunto Casino, entre otros.
En 1954, se produce un hecho trascendental en la carrera musical de Juan Pablo Miranda: su ingreso en la Orquesta Sensación, charanga fundada por Rolando Valdés en septiembre del año anterior.
Es un momento singular: resurgen las charangas, en medio del novedoso chachachá. Aún la Orquesta Aragón no se ha establecido en La Habana: esto ocurrirá casi un año después, en 1955. Por otro lado, Arcaño entra en franca decadencia y accede a ceder su catálogo danzonero en función de las nuevas corrientes: entre los años ’53 y ’55, solo aparecen tres danzones en su lista de grabaciones. Ya Arcaño no sería lo mismo. Tampoco Fajardo era l atracción en la cual devino después: no grabaría hasta 1955. Rolando Valdés, muy hábil en la promoción y con amplia visión publicitaria, da entrada en la Sensación a Abelardo Barroso, quien por entonces hacía intermedios como cantante en el cabaret La Campana, y a Juan Pablo Miranda como ejecutante de la flauta. Quizás fue el propio Barroso quien propusiera el ingreso de Juan Pablo –coincidieron en la López-Barroso del ’33-, al salir de la Orquesta Sensación su flautista fundador, Eloy Martínez. O tal vez fuera a la inversa. Demasiada coincidencia como para serie casual.
El propio Rolando Valdés recuerda: Juan Pablo era súper conocedor del estilo de danzonera y charanguera. En la charanga de Silvio Contreras le sacaron un temita llamado El gran Mirandita. Contaba con un excelente sonido, ese tono natural que distingue a los músicos. Él tocaba en la academia de baile de Marte y Belona, lo llamo a las filas y llega a grabar los grandes éxitos con la Orquesta Sensación.[1]
Por otra parte, acababa de inaugurarse el estudio-teatro de Radio progreso, cutas condiciones acústicas resultaron las mejores de América, y Jesús Gorís decide unirlo a la aventura fonográfica con el sello Puchito, fundado por él en 1951. En ese instante, RCA Victor intenta contrarrestar el empuje de la Panart –acaparadora del mercado con la Orquesta América y las piezas de Enrique Jorrín- y contrata a la Aragón. Gorís, entonces, firma a la Sensación, ya con Barroso y Juan Pablo, y sus producciones conquistan al público. Uno detrás del otro salen a la venta dos discos de larga duración (Puchito 504 y 508), donde destacan los experimentados músicos. Sobreviene el primer mérito: conquistan el Disco de Oro con la placa En Guantánamo y La Hija de Juan Simón. En uno de esos LPs, Juan Pablo Miranda incluye su bolero En vano, cuyo texto –no parecen existir dudas de eso- frenó a los productores de radio en etapas posteriores a 1959, lo cual nos ha privado de la excelente interpretación de Abelardo Barroso. He aquí un curioso detalle: ambas producciones se dedican, casi de manera íntegra, al chachachá.
[1] Testimonios de Rolando Valdés al periodista Rafael Lam. Véase Fuentes de Información.
De forma paralela, Juan Pablo Miranda es llamado, en 1956, a una grabación a todas luces excepcional. Se trata de una soberbia descarga dirigida por los maestros Julio Gutiérrez y Pedro Jústiz Peruchín, editada en el Lp 8000 de la firma Panart, donde, además, toman parte el timbalero de la Sensación, Jesús Chuchú Esquijarosa, y el trompetista Alejandro El Negro Vivar.
Pero nos interesa el vínculo de Juan Pablo con el danzón. La Sensación, en pleno auge del chachachá, parece no ocuparse mucho del género, al menos en discos comerciales. Sin embargo las transcripciones sonoras de programas radiales de entonces demuestran que la orquesta, en espectáculos con público trasmitidos por Radio Salas y Radio Mambí, interpretaba danzones, donde, entre otros, se luce la imprescindible flauta de Juan Pablo Miranda: Isora Club (Coralia López) y Angoa (Félix Reina).
Finalmente, una modalidad capaz de lanzar a la orquesta a primerísimos planos –de la cual apenas se comenta pese a su connotación entonces –enfrenta a Juan Pablo Miranda a un reto increíble. De alguna manera volvería al danzón (al menos, en parte). No obstante, las circunstancias serían muy difíciles…
· La nueva (vieja) modalidad del danzón cha…
Después de varios años con la Sensación, Juan Pablo Miranda anuncia su intención de disolver sus vínculos artísticos con ella. Reproduzco aquí diversas declaraciones del director de la orquesta, en torno al asunto:
Hay una cosa –me reveló Rolando Valdés en 1995-: un director de orquesta, antiguamente, tenía que pensar, en octubre, en septiembre o en agosto, en cómo vendría el nuevo año. Si se me va un músico tengo que poner uno igual o mejor, sea cantante o instrumentista. Entonces, Juan Pablo se va de la orquesta: ¿Ah, sí? Está bien: tú verás ahora…
El negro Vivar era, como músico de atril, el mejor trompetista de la música cubana. Él fue quien inventó aquella frase del Maracaibo oriental… Después, busco a un Enemelio Jiménez, ¡la candela! Y en el trombón, a su hermano, Generoso: con sólo dos notas, él resolvía, ¡mucho sabor! Eso, más el ritmo de la orquesta, dio como resultado una venta bárbara.[2]
Por otra parte, Valdés explica así el motivo de la salida de Juan Pablo al periodista Rafael Lam: Causa baja porque yo me quejé de que algunos músicos andaban con blancas en los bailes, y eso le molestaba a las sociedades donde tocábamos. Juan Pablo se disgustó, se marchó. Entonces, a los pocos meses lo sustituí con tres metales, pa’ taparlo: Enemelio en el saxo, su hermano Generoso Jiménez (trombón) y el Negro Vivar en la trompeta. Grabaron palos como Danzón cha, Bruca maniguá, A la pelota con Carlota, Triste lucha. Esa fue la trayectoria de Juan Pablo con la Sensación.
[2] Entrevista con el autor.
He subrayado expresiones obviamente contradictorias, como la incluida en el siguiente fragmento, recogido por el propio Lam en otra entrevista: En el ’58 tuve la atrevida idea de sacar al flautista Juan Pablo Miranda y meto los metales con Generoso Jiménez (trombón), Enemelio Jiménez (saxo) y el Negro Vivar (trompeta), con el Danzón cha y se acabó el mundo. Qué swing tuvo eso.[3]
Asimismo, Díaz Ayala, al referirse al momento en cuestión, dice: también participaban El Negro Vivar, trompeta; Enemelio Jiménez, sax alto, y Generoso Jiménez, trombón…[4]
Si a todas estas consideraciones añadimos sesiones de escucha de las grabaciones comerciales obtenidas entonces del llamado danzón-cha, aumentarán las dudas: hay vestigios del estilo de Juan Pablo en la flauta en varios de los fonogramas; en otros, el instrumento casi no se escucha y, cuando se deja oír, las diferencias de ejecución son notorias.
Este análisis parece superfluo, pero no lo es: de alguna manera se hace necesario aclarar cuándo, exactamente, Juan Pablo Miranda dejó de ser músico de la Orquesta Sensación. De las declaraciones de Rolando Valdés en nuestra entrevista del ’95 y de un reiterado ejercicio de escucha de discos, infiero -no sin algo de incertidumbre aún- alguna relación (tal vez mínima) de Juan Pablo Miranda con esta peculiar manera de ejecutar el danzón, a la cual se llamó Danzón-cha. Consistía, en realidad, en un son, cuya introducción, al igual que la coda, rememoraban la forma danzonera usual. Algo de chachachá se respira, además, en estas piezas: las tituladas Danzón-cha (Rolando Valdés) y Bruca maniguá (Arsenio Rodríguez), contenidas en los LPs Puchito 557 y 592, cuyos títulos fueron tomados, precisamente, de las obras mencionadas. Lo más singular fue, indudablemente, la inclusión de los metales en coexistencia con y no suplantando a la flauta, como se oye en los discos de marras. El reto estaba planteado: el flautista debía sobreponerse a la bárbara sonoridad de los metales mientras no se hiciera firme su salida de la Orquesta Sensación.
[3] Testimonio de Rolando Valdés al periodista Rafael Lam. Ibíd.
[4] Cristóbal Díaz Ayala: Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana.
· Al frente de La Danzonera de Cuba…
Después de décadas sin conseguirlo, Juan Pablo Miranda retomó su idea de contar con orquesta propia. Nació de tal forma la Orquesta Riviera, bajo su dirección. La enciclopedia de Díaz Ayala sólo consigna dos boleros instrumentales, No quiera y Deseo de amor, en un disco de larga duración no codificado, del sello Alca, titulado Orlando Contreras y varios. Es posible la existencia de otras grabaciones en los archivos de la Egrem, aunque es una información por hallar.
Luego, en 1972, Juan Pablo Miranda figura ya como flautista de la Orquesta Siglo XX, La Danzonera de Cuba, dirigida por su viejo amigo, el pianista y compositor Silvio Contreras. Era una nueva etapa de la antigua charanga, fundada muchos años antes, el 13 de febrero de 1938, por el maestro Alfaro Pérez. El 14 de enero de 1973, muere Contreras y Juan Pablo asume la máxima responsabilidad de la orquesta.
Bajo la dirección del querido flautista, la Siglo XX realizó una encomiable faena para la radio cubana, al grabar una serie de danzones clásicos, válidos para mantener vigente al danzón. Es lamentable no contar, hoy día, con esa colección de danzones en soporte digital, pues la firma disquera RTV Comercial no ha asimilado aún la tarea. Resulta insólito ese olvido, sobre todo si se tiene en cuenta el carácter exclusivo de tales registros sonoros para su reproducción radial y, además, la casi nula inclusión del danzón en la programación actual de nuestras emisoras.
De acuerdo con lo anotado en los fondos de la emisora Radio progreso, de La Habana, las sesiones de grabación de danzones en estudios de la conocida Onda de la Alegría, con Juan Pablo Miranda como flautista y director de la Orquesta Siglo XX, se efectuaron entre 1972 y 1977.
A propósito de la trayectoria de Juan Pablo Miranda como flautista de esta orquesta, transcribo ahora palabras del escritor, promotor discográfico y poeta Sigfredo Ariel en reciente crónica: La orquesta Siglo XX toca en el programa del mediodía. Un solo canal de televisión en el aire a esta hora, un único programa en el anchuroso planeta para las danzoneras cubanas. Casi un favor, una caridad. Es lunes, están comenzando los años ochenta. La orquesta Siglo XX interpreta hoy danzones remotos, anteriores a Fefita de Urfé –esa obra sinfónica, dicen los fanáticos-, piezas fechadas en los años diez y bautizadas con nombres de antiguo regocijo: Acelera, Ñico, acelera… En la flauta está Juan Pablo, el gran Juan Pablo Miranda, autor de Mil congojas. No hay que decir más.[5]
Después de toda una vida musical y una amplia colección de orquestas y agrupaciones, para Juan Pablo Miranda su estancia en la Siglo XX resultó, seguramente, una vuelta a sus orígenes: había decidido ser flautista cuando vio a un muchacho tocar danzones en una orquesta de veteranos; trabajó aquí y allá, pero plenamente, durante toda la etapa del danzonete, un derivado del danzón, y aunque, de alguna forma, pareció alejarse del estilo danzonero, en peculiar contraste con su experiencia, logró consagrarse como ejecutante en la Orquesta Sensación, Con ella y con la Orquesta Riviera el danzón era una parte de su trabajo-. En la Siglo XX, regresaría al género que despertó su vocación musical.
Juan Pablo Miranda permaneció en La Danzonera de Cuba mientras su salud lo permitió., Falleció en La Habana el 20 de junio de 1986: el 15 de octubre de ese año hubiera cumplido ochenta años.
Estos son sólo apuntes, concebidos apenas para señalar, con cierta nostalgia, el reclamo de permanente recuerdo a uno de los más modestos y, a la vez, valiosos músicos cubanos, sobresaliente como instrumentista, compositor y, sobre todo, como danzonero. Desde estas notas, su legado pide –mejor, exige- el merecido estudio de sus años de esplendor.
[5] Sigfredo Ariel: Flauta y boleros de Juan Pablo Miranda.
FUENTES DE INFORMACIÓN:
. Ariel, Sigfredo: Flauta y boleros de Juan Pablo Miranda. La Habana, 2006.
. Díaz Ayala, Cristóbal: Cuba canta y baila. Enciclopedia discográfica de la música cubana 1925-1960. Florida International University. Miami, 2002.
. Fonoteca de Radio Progreso, La Habana.
Lam, Rafael: El flautista de la Sensación. Cubarte. La Habana, 21 de noviembre de 2006.
—————: Sensación: hay una sola. Música Cubana, Nº 2, La Habana, 1998, pp. 17-19.
. Marrero, Gaspar: La Orquesta Aragón. Editorial José Martí. La Habana, 2001.
——————–: Entrevista a Rolando Valdés. COCO, La Habana, 23 de septiembre de 1995. Archivo del autor.
. Reyes Fortún, José: Egrem, el gran tesoro de la música cubana. Egrem. La Habana, 2004.
. Rodríguez, Ezequiel: El danzón, Iconografía. Creadores e intérpretes. Subdirección Provincial de Música de La Habana, ca., 1967.
. Zamora Céspedes, Bladimir: Juan Pablo Miranda: llegando a la centuria. La Jiribilla, Año V, La Habana, 2005.
RUMBA ABIERTA
ESCRITO: GASPAR MARRERO
EDICIÓN: ANGELINA MEDINA QUIROGA
SECCIÓN ORIGINAL DE HERENCIA RUMBERA RADIO
LIMA – PERÚ
OCTUBRE 2020